Un caluroso día de verano los patitos de la Señora Pata comenzaron a romper los huevos y uno a uno fueron saliendo de sus cascarones. “¡Cuac, cuac!”, decían todos, sin embargo, uno de ellos se veía totalmente diferente a los demás patitos.
Este pequeño patito era muy alegre y le encantaba participar en todos los juegos de sus hermanos, pero lamentablemente ellos no querían jugar con él.
El patito no podía entender por qué a nadie le gustaba, hasta que un día vio su reflejo en el agua. "¡Soy tan feo! Es por eso que nadie quiere jugar conmigo", pensó el patito, y por esta razón, decidió huir de casa.
Así, salió de su casa y emprendió su viaje. En el camino se encontró con una mujer que lo llevó a su casa y le dio de comer, pero su gato y su gallina le trataron tan mal que él decidió irse de la casa de la mujer.
A la llegada del invierno, el patito se encontraba muy solo y con mucho frío, cuando por fin un hombre lo vio y lo llevó a su casa.
El hombre lo trataba bien, pero sus hijos aterrorizaban al patito: corrían, saltaban y gritaban por todos lados, hasta que finalmente tuvo que escaparse de la casa del hombre también.
Por fin llegó la primavera y el patito se sintió muy feliz de poder nadar de nuevo. Un día, mientras nadaba, vio a un hermoso cisne en el lago y se enamoró al instante.
Sin embargo, el patito recordó que era muy feo y al pensar en esto, inclinó su cabeza hacia abajo con mucha tristeza. Pero, ¿qué es lo que vio en su reflejo? ¡Durante el transcurso del invierno, el patito se había convertido en un joven cisne muy elegante y apuesto!
"¡Ahora entiendo!”, pensó él. “Mis hermanos son todos patitos, pero yo soy un cisne". Y pensando eso, nadó hacia el hermoso cisne. Pronto se casaron y vivieron felices para siempre.