En el primer momento, Rapunzel se asustó
mucho al ver a un hombre en lugar de la bruja. Pero el príncipe fue tan amable dirigiéndole la palabra, que le explicó
que su canto había impresionado de tal manera su corazón, que ya no
había gozado de un momento de paz hasta verla.
Al escucharlo Rapunzel perdió el miedo, y cuando él le preguntó si lo
quería por esposo, ella pensó que él era joven y guapo y que le gustaba
mucho más que la vieja bruja. Y aceptó, poniendo la mano en la suya y diciendo: "Sí; deseo
irme contigo, pero no sé cómo bajar de aquí”. Entonces se le ocurrió una idea: “Cada vez que vengas, trae un pedacito
de cuerda; así trenzaré una escalera y, cuando esté terminada, bajaré y
tú me llevarás en tu caballo". Acordaron en que hasta entonces el príncipe iría a verla
todas las noches, ya que la vieja iba durante el día.