Charlotte no sabía que estaba hablando
con un hada que había tomado la forma
de una anciana mujer. El hada madrina,
después de beber, le dijo: “Nunca he visto una joven tan bella, tan
buena y tan amable a la vez como tú. No puedo dejar de darte un don: desde
ahora en adelante por cada palabra que
pronuncies saldrá de tu boca una flor o
una piedra preciosa”.
Cuando la joven llegó a casa, su madre la reprendió por regresar tan
tarde de la fuente. “Por favor, perdóname, madre mía”, dijo Charlotte
con voz baja. Al decir estas palabras, salieron de su boca dos rosas,
dos rubíes y dos diamantes.