Ver el cuento en YouTube

Ver todos los cuentos en nuestra aplicación móvil

windows
icon_app

Los cuentos de GiGi

Una aplicación con cuentos narrados para niños

  • Una amplia selección de tus fábulas y cuentos de hadas favoritos
  • Conoce a GiGi: el simpatico pájaro narrador
  • Hermosas ilustraciones y narración profesional
  • Explora la moraleja de cada cuento y aprende importantes lecciones de vida
  • Descubre entretenidos juegos con tus personajes favoritos
  • No se preocupe, ya que sus hijos no encontrarán ningún contenido inapropiado
  • Una gran ayuda para aprender a leer 

Leer el cuento

Había una vez un comerciante muy prospero que tenía tres hijas bellas de las cuales la más joven era la más hermosa. Cuando era niña todos la llamaban Bella y así quedó su nombre a través de los años. Sus hermanas la envidiaban, porque ella era además la más amable y la más inteligente de las tres.

Su padre perdió toda su fortuna de golpe, ya que sus barcos se hundieron en el mar. Toda la familia se tuvo que mudar a una casita de campo lejos de la ciudad. Para ganarse la vida, el hombre iba a trabajar en el campo todos los días, mientras Bella se quedaba limpiando la casa y preparando el almuerzo. Lo único que hacían sus hermanas era despertarse tarde, dar largos paseos todo el día, quejándose de que ya no tenían hermosos vestidos para lucir.

Y así pasó un año. Un día el comerciante recibió una carta en la cual le anunciaban que uno de los barcos de su propiedad acababa de arribar sin ningún daño, lo que significaba que la familia era rica nuevamente.

Al escuchar la buena noticia, las hermanas mayores hicieron una lista de las cosas que querían que su padre les comprara como vestidos, sombreros, zapatos, aros, pulseras, y muchas cosas más. “¿Te gustaría que compre algo para ti también?” le preguntó el padre a Bella. Ella pensaba que todo el dinero que tenían no iba a ser suficiente para los encargos de sus hermanas, así que respondió amablemente, “Ya que me preguntas, te ruego me traigas una rosa, ya que no crecen por aquí.”

Cuando el hombre llegó a su barco, lo encontró sin daño alguno, pero estaba vacío así que tuvo que volver a su casa tan pobre como antes. Cuando se hallaba a solo quince kilómetros de su casa, comenzó una tormenta de viento y nieve. Nevaba tan fuerte y el viento era tan impetuoso que en dos ocasiones fue derribado de su caballo.

Era de noche y el hombre pensó que moriría de hambre o de frío. Justo entonces divisó un palacio no muy lejos. Al llegar al palacio, entró a una sala. Ahí había un fuego donde podía secarse la ropa y una mesa puesta solo para una persona.

El hombre se quedó esperando a ver si alguien llegaba, pero nadie apareció y como ya no podía resistir el hambre, se comió la cena que estaba en frente de él. Se sintió mucho mejor y comenzó a explorar el palacio. Por fin encontró una cama que parecía estar dispuesta para él. Sin esperar a nadie, se acostó en ella y durmió al instante.

Cuando se levantó al día siguiente, se sorprendió al encontrarse un traje limpio en vez de su ropa sucia. Se lo puso y fue en busca de su caballo. Saliendo del palacio, pasó por debajo de un arco hecho de rosas y recordó lo que su hija más joven le había pedido.

El hombre cortó una rosa para llevársela. En el mismo momento se escuchó un gran estruendo y vio una bestia que se dirigía hacia él. “¡Tú, ingrato mal agradecido! Te di comida, una cama calentita, ropa nueva y tú me compensas robando las rosas a las que amo más que a nada en el mundo. ¡Ahora morirás!“ “No me mate, Señor,“ respondió el hombre, “es para una de mis hijas, que me la ha pedido.”

“No me llames Señor. Se me conoce como la Bestia, así que no me adules. Pero tú me has dicho que tienes hijas. Te puedes ir con la condición de que una de ellas venga por su propia voluntad a morir en tu lugar, sino deberás regresar dentro de tres meses a morir.”

El hombre no tuvo otra opción más que aceptar. La Bestia solo tenía una cosa más para decir. "No quiero que te vayas del palacio con las manos vacías. Antes de irte, toma este baúl y llénalo con tanto oro y cosas valiosas como puedas encontrar."

Con una gran tristeza el hombre regresó a su casa. Traía en la mano el ramo de rosas que había cortado para Bella. Al entregárselo, contó a su familia lo que le había sucedido. Al oírlo, sus hijas mayores se pusieron a llorar, pero Bella seguía muy tranquila.

“¿Por qué no estás llorando?” le preguntaron sus hermanas. “Papá se va a morir por tus tontas rosas.” “No se va a morir,” les contestó ella. “La Bestia le dijo que una de sus hijas podía tomar su lugar, así que iré yo.”

No hubo forma de convencer a Bella que no fuera. Al día siguiente, ella partió con su padre hacia el palacio de la Bestia. En el camino, su padre le contó a Bella de todo el oro que la Bestia le había dado. Ella le aconsejó que lo usara como un dote para sus hermanas.

Cuando llegaron al palacio, la Bestia los recibió. "¿Has venido aquí por tu propia voluntad?" preguntó la Bestia. "Sí," respondió Bella. "Tu corazón es demasiado bueno!", exclamó la Bestia y les invitó a cenar. Luego les deseó que durmieran bien. "Te irás mañana por la mañana para nunca regresar", dijo la Bestia al padre.

A la mañana siguiente, cuando el padre ya se había ido del palacio, Bella empezó a llorar, pensando que la Bestia quería matarle. Perseguida por estos horribles pensamientos, la joven comenzó a recorrer el palacio. El palacio era espleéndido.

Se sorprendió al encontrar una habitación con un letrero que decía: "Recámara de Bella". Abrió la puerta y vio una hermosa habitación, con un piano y una biblioteca. "La Bestia no quiere que me aburra", pensó ella y recuperó su coraje. "Si tan solo pudiera ver a mi familia, todo sería perfecto", pensó. En ese momento el espejo de la pared le mostró la imagen de su casa. Vio que una de sus hermanas se iba a casar, pero luego todo desapareció. "Probablemente esto significa que la Bestia no quiere matarme."

A la hora de la cena, se fue al comedor y allí se encontró con la Bestia. "¿Te importa si te miro comer?", le preguntó la Bestia. "Por supuesto que no. Tú eres el amo," respondió Bella. "No," la aseguró la Bestia. "Tú eres la ama de este palacio. Si quieres que me vaya, lo haré de inmediato. Pero dime, ¿no me encuentras repugnante?"

Bella no podía mentir, por lo cual respondió: "Sí, la verdad es que sí, pero creo que tienes un buen corazón". "Tienes razón. No solo soy tan repugnante, sino también soy muy bruto. Soy un monstruo", dijo él y la dejó sola con su cena.

La noche siguiente la Bestia entró en la habitación a la hora de la cena y le preguntó a Bella algo que la sorprendió. "¿Quieres casarte conmigo?", le preguntó. "No, Bestia", respondió Bella. Él suspiró y salió de la habitación. Así vivieron durante tres meses; la felicidad de Bella hubiera sido completa si la Bestia no le hubiera preguntado lo mismo cada noche.

Un día Bella se puso en frente del espejo y vio a su familia nuevamente. Vio que su padre estaba muy enfermo. Corrió hacia la Bestia y le contó lo que había visto. "Prometí que nunca te dejaría, pero si no me dejas ir, voy a morir de tristeza", dijo ella. "Puedes ir a visitar a tu familia", dijo la Bestia, "pero me debes prometer que estarás de vuelta al octavo día. Cuando estés lista para volver, simplemente pon tu anillo en la mesa".

A la mañana siguiente, Bella se despertó en la casa de su padre. Este estaba fuera de sí de alegría cuando vio a su hija menor a salvo en su casa. Las hermanas de Bella también vinieron a saludarla. Estaban muy envidiosas y furiosas de verla vestida como una princesa y más hermosa que nunca.

Ellas inventaron un plan astuto para hacer que Bella volviera al palacio más tarde de lo que había prometido, para que así la Bestia se enojara y le matara. Cuando llegó el octavo día, comenzaron a llorar y a pedir a su hermana menor que se quedara con ellas un rato más. El buen corazón de Bella ni siquiera pudo pensar que podía haber un plan y creía realmente que la echaban de menos. Ella prometió quedarse ocho días más.

Pero a los diez días, Bella tuvo un sueño. En su sueño la Bestia estaba en el jardín casi muerto. Ella se desesperó y puso su anillo sobre la mesa. A la mañana siguiente se despertó en el palacio. Llamó a la Bestia, pero nadie le contestó.

Bella buscó a su Bestia por todas partes, pero no pudo encontrarlo. Por fin se acordó de su sueño y se fue al jardín. Allí encontró a la Bestia. Se había desmayado, pero Bella pensó que estaba muerto. "¡Murió por mi culpa!", pensó ella, y una lágrima cayó sobre su pecho.

Tan pronto como las lágrimas de Bella tocaron su pecho, la Bestia se convirtió en un apuesto príncipe. Bella estaba asombrada. "Un hada me convirtió en una horrible bestia hace mucho tiempo, porque no la dejé refugiarse en el palacio durante una tormenta," explicó la Bestia. "Solamente encontrar el amor verdadero pudo romper el hechizo. ¿Te casarías conmigo?” Dichosa, Bella aceptó y vivieron juntos y felices en el palacio por muchos años.